20111031

La tentación del activismo (tan obvio iii)


Típica conversación entre miembros de dos organizaciones juveniles, queriendo a cuál más sentirse superior: «–Nosotros vamos de campamento a cada rato. –Nosotros también. –Nosotros plantamos arbolitos. –Nosotros los cuidamos cuando ustedes se van. –Nosotros escalamos y hacemos rappel. –Nosotros lo hacemos con armas. –Nosotros pedimos dinero para la Cruz. –Nosotros nunca pedimos: nosotros damos. –Hacemos artesanías. –Practicamos artes marciales. –Hacemos nudos. –Hacemos tiro al blanco...» ¿Quién de los dos es mejor? Ambos... y ninguno.

A los colegas de la Segunda Promoción del Curso de Instructores, Región Águila Bicéfala.

«Si trabajas para aumentar el bienestar de tu pueblo, de tu casa, de tus hermanos, principiando por hacer de ti un ser más valioso cada día, en cierta forma estarás cooperando para el bien de todos» (Mensaje al PDMU Menor, 32). 

«¿Qué pasa con el hombre que no tenga las cualidades: trabajo, amor, pensamiento? Sin el trabajo es un parásito. Sin el amor es un autómata. Sin el pensamiento es un animal» (Manual de Conocimientos Mínimos del PDMU, 545).

Los dos chicos del ejemplo desconocen quizá que esa batería de actividades tiene un propósito aún más elevado que «saber hacer» todas esas cosas que el joven promedio ni se imagina. Es sólo el medio para imbuir en sus mentes y sus almas los valores supremos del amor a la Patria y al prójimo, el trabajo y la cooperación; el respeto a la autoridad y la naturaleza; la defensa de la familia y el desvalido. Tú, instructor, ¿estás consciente de ello?
Este artículo no está dirigido primeramente al Activo del Menor, sino a sus cuadros de mando, instructores y padres de familia. Porque de pronto olvidamos para qué estamos aquí y nos entrampamos en rivalidades y competencias sin recordar su sentido, como los mismos niños y adolescentes a nuestro cuidado. No se diga, como en el ejemplo del principio, cuando se trata de dos Unidades o instituciones diferentes.
Hoy les pido que recordemos: ¿cuál es la finalidad suprema del Pentathlón? ¿Que todos trepen a pulso una cuerda de diez metros? ¿Que todos asistan mínimo a n campamentos o desfiles; que asciendan n veces el Nevado o desciendan Chontacuatlán? ¿Eso en qué nos diferenciaría de otras instituciones? ¿Cómo daría esencia a nuestro uniforme e insignias? Qué pobre sería una institución que se conforme con eso, y más pobres de miras los padres y muchachos que se contenten con tan poco.
Lo dijo fuerte y claro nuestro Fundador y Primer Comandante: «Una institución para enseñar a marchar, esto nunca podrá ser el Pentathlón... Un lugar en donde van a practicar determinados juegos... y reciben alguna que otra recomendación para que se porten bien, esto tampoco es el Pentathlón... El Pentathlón va más allá. La palabra ‘atleta’ quiere decir “combatiente”... ¿Para combatir a quien, con qué y a qué cosa? Combatiente en todos los órdenes de la vida».
La Finalidad Suprema del Pentathlón, dice el Código Fundamental, es «La Grandeza de la Patria» (Art. 1). Para eso combatimos, no más, no menos. Y lo hacemos desarrollando en cada individuo los Aspectos Espiritual, Intelectual, Corporal y Material (Art. 2): buscamos nuestra formación integral, apoyados en la disciplina militar. Esto es particularmente importante para la instrucción de los niños y adolescentes que conforman el Grupo Menor, pues están en las edades que permiten moldearlos (redundemos) integralmente, con apoyo de, y como complemento a, su formación familiar y escolar.
Como organización juvenil ponemos nuestra mira mucho más lejos y más alto que alcanzar cierta eficiencia y eficacia en las actividades y aptitudes físicas; más allá de los méritos intelectuales o escolares, de «ser bueno» en una competencia o en general. Nuestro compromiso es construirnos como mejores personas cada día, pues siendo un mejor mexicano, contribuyo a tener una Patria mejor.
Por eso la insignia del Grupo Menor consta de dos palas cruzadas: simbolizan, por una parte, el trabajo constructivo y creciente en la autoformación a que se comprometen el niño y adolescente; por la otra, la actitud de servicio a su prójimo mediante la cooperación. Nos enseñaron nuestros viejos instructores que una pala significa ‘limpiar’ y la otra ‘construir’, lo cual también es muy válido y hermoso como metáfora del combate cotidiano e incesante a que se ha comprometido nuestro elemento o nuestro hijo.
Por encima de las palas –recordemos– está el Águila Bicéfala, y sobre el pecho del Águila, el escusón con los colores de nuestra Bandera: el elemento del Menor no trabaja y construye (las armas) sólo porque sí, sino dentro de la ideología y método del Pentathlón (el Águila), y lo hace con una meta suprema: por amor a su Patria (el escusón), que es una realidad espiritual y material. Lo importante no es ganar muchas Convenciones ni competencias federadas; apabullar a los chicos de otra institución u otra Zona en transmisiones o carrera campo traviesa. Las actividades son buenas para su cuerpo y su mente, pero también deben encaminarse al mejoramiento de su espíritu y su entorno material.
El activismo –hacer por hacer, competir por competir, marchar por... cumplir– es una trampa muy fea; ensucia nuestra Finalidad Suprema y termina por decepcionar al chico igual que a sus padres y a nosotros, sus instructores. Pongamos a nuestros programas de instrucción semanal el amor necesario para encauzar todas las actividades a fines más elevados que los aparentes, y aclararlos al personal para que pueda colaborar conscientemente en alcanzarlos.

Léelo como se publicó en los órganos informativos del PDMU XV Zona Jalisco.


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Sabiduría Pentathlónica