20110304

No se ama lo que no se conoce


¿Qué es lo primerísimo necesario para que un muchacho sea pentathleta? ¿Qué lo distingue esencialmente de un miembro de cualquier otra organización juvenil en el mundo? Y ¿qué hace diferente al Pentathlón Deportivo Militarizado Universitario de cualquier otra organización juvenil? ¿Cuál es la esencia de su identidad? ¿Cómo podemos decir que amamos a nuestra Institución, llevar su emblema sobre el pecho, si no podemos siquiera contestar estas preguntas?

Ésta fue la base de una reciente charla que tuve el honor de coordinar en la pasada sesión del Diplomado para Mandos de la XV Zona Jalisco, el último fin de semana de febrero. Entre las respuestas a las dos primeras cuestiones, aparecieron datos sumamente valiosos: hacer una solicitud expresa y por escrito; sujetarse a una disciplina, vivir rectamente, portar un uniforme, amar a la Patria, vocación de servicio... Todo ello es correcto y está muy bien, pero en poco o nada nos diferencia de las otras instituciones militarizadas, deportivas, escultas o religiosas que se ofertan a la niñez y juventud mexicanas como una elección de vida.

El individuo
De acuerdo con el punto 522 del Manual de Conocimientos Mínimos del PDMU –un documento que, como señala su mismo nombre, deberíamos dominar desde la mismísima Escuela de Reclutas–, hay un conjunto de «normas básicas a que ha de ajustarse la conducta de todo pentathleta en forma imperativa»... Es decir, sin la aceptación de los símbolos de la Institución y la protesta voluntaria e inquebrantable de cumplir esas Normas Básicas, no somos pentathletas. Quizás seamos un bonito grupo de buenos muchachos, con un color de uniforme, unas prácticas, disciplina y métodos, pero no pentathletas.
Así como nadie puede decirse ‘ciudadano mexicano’ sin aceptar primero los Símbolos Patrios de México y protestar que se regirá por los términos de su Constitución; así como no puede haber cristiano sin Bautismo, Credo y Diez Mandamientos, así mismo, no hay pentathleta sin esas cinco Normas; no hay pentathleta sin... Pentálogo.
Y escuchamos a viejos comandantes u oficiales con el pecho tachonado de Perseverancias, igual que a reclutas revolcados, aporreados, sin derecho a vestir siquiera la playera institucional pero con mucho entusiasmo; nos escuchamos a nosotros mismos, los cuadros, mandos e instructores –inmerecidos modelos de la tropa–; cadetes, simpatizantes y egresados, proclamar de memoria esas cinco leyes sin meditar jamás lo que dicen –menos aún, a lo que comprometen–; sin percatarnos que leímos mal las palabras de mayor significado en cada una y así de mal las repetimos, domingo a domingo, por el resto de nuestras vidas: ¿cuántos hemos emprendido la trascendente tarea de tomar el diccionario para iluminar el significado de ‘acrisolado’, ‘engrandeciendo’, ‘acto’, ‘honrar’, ‘constancia’, ‘emblema’, ‘menosprecio’, ‘ofrendando’, ‘garantía’, ‘murmurar’, ‘detrimento’, ‘valer’, ‘contribución’ o ‘grandeza’?
Más aún, me atrevo a inquirir –a cuestionarme–: ¿cuántas veces termina el día, no el de instrucción, sino de escuela, trabajo y familia, y examina uno si cumplió hoy con las Cinco Leyes? ¿Cuántos días de ésos recuesta la cabeza en la almohada satisfecho y sonriente porque lo consiguió?

La institución
Ahora: ¿qué convierte en una institución sólida y trascendente a esa coincidencia suelta y espontánea de muchachos, señoritas, niños y adultos que tratan (tratamos) de vivir bajo las premisas del Pentálogo? Nuevamente, el Manual de Conocimientos Mínimos nos ilustra: el «cimiento permanente de nuestra organización y conducta» es «la construcción de principios fundamentales... 42 artículos complementarios del Pentálogo» que denominamos ‘Ideario’ (punto 520)...
La constitución legal y la operación interna del PDMU; es decir, la estructura, está tipificada en el Capítulo III del Código Fundamental, pero es sólo una armazón inerte y rígida; necesita una base viva para que le comunique impulso, alma, aliento. Esa base, ese «cimiento», es el Ideario. De esta manera, mientras que «no hay pentathleta sin Pentálogo», no hay Pentathlón sin Ideario.
Vuelvo a preguntar: ¿en verdad amo al Pentathlón? Llevo su escudo sobre el pecho, para que palpite con mi corazón; lo llevo en la insignia del tocado, para que brille en mis pensamientos; en las insignias del cuello, para que reverbere en mi garganta... ¿Es amor o fanatismo? Porque el amor jamás es ignorante, siempre conoce al ser amado, asume sus defectos para sublimarlos, y sus virtudes para crecer con ellas. El fanatismo, por su parte, odia el conocimiento, es ciego y sordo por voluntad... El cadete nunca es ignorante. El cadete ama a su Patria y a su Institución porque sabe lo que venera y comprende la parte que le corresponde para construir una Patria y una Institución puras y perfectas.
¿Cuánto amo al Pentathlón? Lo amo tanto como conozca de memoria, comprenda y aplique en mi existencia hasta el último vocablo de cada uno de los 42 Puntos del Ideario. No más. ¿Qué tan pentathleta soy? Tanto como conozca, comprenda y cumpla a diario cada punto del Pentálogo. No más.
Debería avergonzarnos –dije yo ese fin de semana a los asistentes al Diplomado– portar el uniforme de Cadetes, las veneras de cargo, las divisas de grados y de cuerpos especiales, si no conocemos todo el Ideario, si no somos capaces de transmitir toda su belleza, bondad y verdad a los clases, cadetes y reclutas.
Pero ya estamos en los puestos que la Institución, aunque quizá indignos (yo me considero así), determinó colocarnos. La Patria y el Pentathlón, después de Dios, saben que nadie es perfecto y que todos somos perfectibles.
Perfeccionemos diariamente, pues, nuestro conocimiento del Ideario y nuestro cumplimiento del Pentálogo. Veremos cómo, en la medida que cada cual asuma esta consigna, el PDMU verá días de gloria como nunca antes los ha tenido; cada pentathleta vivirá sus días en la luz de la virtud, la salud, la riqueza material e intelectual, compartiéndolas generosamente con su pueblo.



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Sabiduría Pentathlónica