20071127

Rostropovich y la sopa instantánea


Mstislav Rostropovich, uno de los mejores ejecutantes de cello jamás habidos, falleció hace unos meses, después de sortear vicisitudes políticas toda su vida e incluso tras la muerte, primero en su país natal, la Rusia comunista, y después en la patria adoptiva, Estados Unidos; siempre causadas por la explosiva mezcla de una visión, liberal pero altamente exigente, del arte y de la vida, combinada con fuertes valores tradicionales.

Aunque aquí nos importa más la obra que la biografía de la gente, en casos como éste uno se pregunta cómo puede alguien conseguir esa perfección técnica y calidez interpretativa en medio de tantas contingencias... Nos recuerda a don Johann Sebastian Bach, quien a pesar de mantener 23 hijos y sobrellevar un trabajo esclavizante como maestre de capilla en las cortes alemanas, nos legó una obra inabarcable, en calidad tanto como en variedad y cantidad; a Georg Friedrich Haendel, que confeccionó algunas de las obras cumbre de la humanidad en medio de sus constantes desaciertos políticos; al Padre Antonio Vivaldi, quien hizo otro tanto a pesar de su naturaleza enfermiza, la discriminación ‒pelirrojo en un país de morenos‒ y los rumores que lo perseguían sobre la pureza de su ministerio.
Al escuchar la obra de tales maestros, teniendo en cuenta la difícil situación que probablemente vivían cuando la produjeron, uno podría sentirse mal por no prestarles la atención que merecen, y peor aún, dejarse distraer por algo tan prosaico como ‒digamos‒ un gruñido de tripas, cuando pareciera que los mismos ángeles nos llaman desde las bocinas; peor aún, desde el foro.
Imagine usted el cargo de conciencia si, cuando escucha a don Mstislav interpretar las seis Sonatas para cello de don Johann Sebastian, grabadas en la nave de Nuestra Señora de París, a mitad de la más sublime, la quinta, se detiene para meter una sopa instantánea al microondas... Ponga atención: interrumpe usted la escucha de una de las mejores versiones de esta obra, para algunos, la máxima, incluso por encima de la grabada por don Pablo Casals, a la que ‒dice Rostropovich‒ sólo pretendía hacer homenaje. ¿Es eso perdonable?
Pues fíjese que sí. Porque la música, siendo la lengua de los ángeles, no nos quita nuestro ser carnal, lleno de necesidades. Claro que sería óptimo mantenerse quieto y con toda la atención puesta en la escucha, pero ¿qué atención puede dar a la música si el hambre prosaica no lo deja despegar de la Tierra? Métase algo sencillo al estómago, que no le quite más de tres minutos, y ahora sí, dedíquese a escuchar.


Rostropovich, Mstislav (cello): JS Bach Cello-Suiten.
EMI Classics, 1995.
Formato: CD doble. Con folleto.









Léelo como se publicó en el Semanario Arquidiocesano de Guadalajara.





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